Bienvenidos a nuestro pequeño rincón de fantasía donde la imaginación se convierte en el instrumento más valioso y los sentimientos cobran vida en los personajes de nuestras historias. Echad un vistazo y juzgad como os parezca. Ante todo, buscamos un diálogo con nuestros lectores, que compartan sus opiniones, que sugieran temas sobre los que escribir y que, si encuentran inspiración se animen también a escribir. Porque no hay nada más bonito que poder expresar tus emociones y que otros compartan los suyos contigo. Así que adelante, tiraos a la piscina.

25/5/14

Acorralado ("Apocalípsis zombie")



El ruido acrecentado por el reducido espacio limitado por las cuatro paredes que me rodeaban embotaba mis oídos. Solo mi respiración entrecortada y jadeante podía abrirse paso entre los golpes que amenazaban con echar la puerta abajo en cualquier momento. Me encontraba, sentado sobre el suelo de la despensa y apoyado con la espalda fuertemente a la pared mientras miraba con ojos atemorizados la vibración producida por cada golpe que iba desencajando poco a poco las bisagras.

Alaridos guturales, que solo podían proceder de bestias irracionales se colaban por entre las rendijas de la puerta. En un momento dado estos alaridos aumentaron tanto en intensidad que de haber estado la fuente de tal cacofonía junto a mi oído el resultado hubiera sido el mismo. Uno de ellos había logrado encontrar la abertura de la puerta que funcionaba como mecanismo de ventilación, tapada únicamente por una rejilla y por la cual el ser estaba tratando de entrar introduciendo sus mugrientos dedos salvajemente por las aberturas llegando incluso a desgarrarse parte de la piel. Ahogué un grito ante tan espantosa escena mientras ríos de lágrimas surcaban mis mejillas. Estaba totalmente atrapado, sin posibilidad alguna de escapar. Iba a ser devorado hasta morir por los cuerpos putrefactos que se agolpaban al otro lado de la puerta y que proferían incesantes embestidas contra el único obstáculo que les impedía llegar hasta mí. Su hambre, alimentado por mis incontrolados jadeos, no podía satisfacerse por una simple lámina de madera. Unos centímetros de espesor les separaban de su tan ansiado alimento lo que les enloquecía de tal manera que a pesar de su impotencia no desistirían jamás. No se detendrían hasta llevar a cabo su trabajo, de sucumbir a su instinto ansioso de sangre, mi sangre. Y eso no hacía más que aumentar mi miedo, un profundo terror a morir, una muerte que a buen seguro llegaría lenta y dolorosamente.

Pero había algo en lo que no había pensado hasta este momento: la muerte, a diferencia de lo que cabria esperar, no seria un solo el fin sino también un principio. Por cada mordisco, el virus penetraría en mi organismo reanimándome de nuevo una vez muerto y convirtiéndome en un ser inhumano, devorador de hombres. De haber tenido el coraje suficiente hubiera acabado con todo aquello de forma inmediata. Podría haber dejado escapar mi vida de forma voluntaria e impedir las atrocidades que me llevaría a hacer mi nueva condición. Podría haberlo hecho, pero el miedo a desvanecerme de este mundo, a perder todo rastro de vida, se me hacía completamente impensable.

Los dedos demacrados del monstruo empezaban a deformar el metal que daba forma a la rejilla y sus manos se introducían cada vez más en su interior. En seguida comprendí que mi muerte estaba próxima y que no podía quedarme de brazos cruzados. Si tenía que morir, moriría luchando.

Llegué a la conclusión de que lo único que hacía que ellos supieran que estaba allí eran los jadeos y llantos que les llegaban por mi parte. Intenté contener la respiración a fin de silenciarme pero no pude, mis pulmones reclamaban el oxigeno y la adrenalina no hacía sino aumentar el problema. Probé a respirar más pausadamente y abstraerme de la situación para relajarme y conforme fue pasando el tiempo lo fui consiguiendo. Mi vida dependía de ello y debía esforzarme al máximo. Había conseguido quedarme completamente en silencio pero la suerte no estaba de mi parte. Sus múltiples embestidas y alaridos impedían que se dieran cuenta de ello. Su olor llegó por primera vez hasta mis fosas nasales lo que me provocó arcadas. Al momento caí en la cuenta de que el ruido no era lo único que delataba mi posición sino también mi olor. Me levanté y me di la vuelta para observar los estantes. Cogí un recipiente de cristal y lo hice impactar contra el suelo derramando su interior por toda la estancia. Podría conseguir camuflar mi olor si esparcía comida por el suelo o por lo menos, eso esperaba. No me entretuve en mirar lo que tiraba. Solo lo cogía y lo lanzaba, lo cogía y lo estrellaba… Ya estaba a punto de desistir cuando comprobé triunfante que los golpes cesaban poco a poco, al igual que los ruidos procedentes de sus maltrechas gargantas. Todo el entorno enmudeció de golpe, e incluso las manos que se colaban por la abertura se recogieron en un incómodo silencio. Ahora que todo se encontraba en calma temí que mis respiraciones se tornaran más ruidosas por lo que puse especial empeño en reducirlas. Permanecí quieto durante unos cuantos segundos, los cuales se me hicieron eternos debido a la incertidumbre de la espera. No notaba ningún cambio y pese a ello la idea de haber logrado sobrevivir se me antojaba todavía muy irreal. En cualquier caso me dispuse a comprobarlo y con mucho sigilo acerqué mi rostro a la abertura que ahora, debido a los esfuerzos de aquel ser, mostraba hendiduras del suficiente tamaño como para permitir echar un vistazo al exterior. Todo permanecía en un onírico silencio que se sumó al zumbido de mis oídos producto del ensordecimiento causado por el ruido anterior. A pesar de la corta distancia que me separaba de la rejilla no podía vislumbrar nada. Me aproximé todavía más hasta estar a unos centímetros del orificio. No comprendía el porqué de tanta oscuridad. Recordaba que esa parte de la casa siempre había estado en penumbra pero aun sin la lámpara, antes de encerrarme en la despensa, pude observar que la luz era suficiente para distinguir el lugar. En cambio ahora no podía ver nada. Era como si una pared opaca me tapara la visión.



La espera se hacía insoportable pero no quería hacer ningún movimiento en falso por lo que me mantuve en la misma posición. En ese momento pude distinguir un ligero movimiento con el que un haz de luz, hasta ahora obstaculizado por el cuerpo de un no muerto, pudo abrirse paso hasta iluminar con una escalofriante claridad lo que tenía justo enfrente. Dos ojos desorbitados me observaban impasibles desde un rostro putrefacto y desgarrado por la garganta que dejaba entrever su tráquea. De su mandíbula desencajada salía un líquido negruzco que resbalaba por su piel podrida. El gruñido que salió de ella, a unos cinco centímetros de la mía me regaló un aire fétido. Grité a la vez que salía disparado hacia atrás evitando por poco un brazo que penetraba del todo en la hendidura. Sin embargo, no pude apartarme lo suficientemente rápido y el ser logró agarrarme de la pierna. Perdí el equilibrio y, al caer, los fragmentos de cristal esparcidos por el suelo se incrustaron en mi piel. Volví a gritar víctima del dolor punzante que sentía por las múltiples heridas. Tuve que reaccionar rápido pues el brazo me oprimía cada vez con más fuerza. El cuello de una botella de vino permanecía asomada debajo de un estante. Me tumbé en el suelo para alcanzarlo y alargando el brazo pude rodear con dedos temblorosos el fragmento de cristal. Lo así con fuerza y alzándola a modo de cuchillo la deje caer sobre el brazo que hundía sus uñas en mi piel. El cristal cercenó la carne del muerto como si fuera mantequilla llevándose consigo gran parte de su antebrazo. Conseguí librarme de su atadura pero no ileso, de pequeños orificios causados por la presión de sus manos y uñas manaban hilillos de sangre. A pesar de todo no desistió en su intento de alcanzarme y su brazo, o lo que quedaba de él, seguía extendido en mi dirección. Los golpes y alaridos habían comenzado de nuevo y con mayor fuerza si cabe pues el olor de mi sangre los estimulaba. Me llevé las manos a la cabeza y hundí mi rostro entre mis piernas a fin de acallarlos. Me abandoné al llanto habiendo perdido toda esperanza, siendo muy consciente de mi final. Un crujido procedente de los bornes de la puerta me alarmó y con un rápido movimiento levanté la cabeza. Tan solo pude gritar cuando la puerta finalmente se abrió, ni tan siquiera pude moverme ni defenderme, la muerte se aproximaba. Multitud de cuerpos se abalanzaron sobre mí y mis vanos intentos por zafarme de ellos resultaron inútiles. Uno de ellos clavó sus dientes en mi brazo izquierdo arrancando salvajemente mi carne. El otro brazo sufrió el mismo destino unos instantes después cuando un tercer cuerpo se arrojó a mi cuello. Sentí como mis tejidos se desprendían de mí. Cómo el fluir de la sangre se llevaba consigo mi vida y como mi conciencia me abandonaba poco a poco dejando espacio a una nueva…